(Borrador. Tenga en cuenta las correcciones a la gramática española en los comentarios.)
El padre y el hijo de la India que habían contratado a Jesús para que viajara con ellos a Roma se llamaban Gonod y Ganid. Jesús aprendió las nociones básicas de su lengua mientras había estado en Damasco ayudando a traducir documentos del griego. Su viaje a Roma y alrededor del Mediterráneo duró casi dos años, desde el 26 de abril del año 22 d.C. hasta el 10 de diciembre del año 23 d.C.. Este período abarcó los veintiocho y veintinueve años de edad de Jesús.
Jesús, Gonod y Ganid salieron de Jerusalén y se dirigieron a Roma haciendo escala en Jope, Cesarea, Alejandría, Lasea en Creta, Cartago, Malta, Siracusa, Mesina, Nápoles y, por último, Capua. Desde allí recorrieron la vía Apia hasta el corazón del Imperio romano. Tras su estancia en Roma, los viajeros se dirigieron a Tarento y navegaron hasta Nicópolis, Corinto y Atenas. Desde allí pasaron por Troas hasta Éfeso, y luego navegaron a Rodas, Chipre y Antioquía. Por tierra, se dirigieron al sur, a Sidón y Damasco, donde se subieron a una caravana que pasaba por Thapsacus y Larissa. Visitaron Babilonia y Ur, antes de pasar por Susa y llegar finalmente a Charax, que fue donde Gonod y Ganid se despidieron de Jesús y regresaron a casa, a la India.
Durante este viaje, Jesús pasaba la mitad del día dando clases a Ganid y actuando como intérprete de Gonod en sus negocios, y el resto del día deambulaba para conocer a la gente que encontraban por el camino. Este viaje de dos años a Roma y sus alrededores permitió a Jesús conocer de primera mano lo mejor y lo peor del mundo entonces conocido, y de Gonod y Ganid aprendió acerca de las culturas de la India, China y el Lejano Oriente.
En Jope: La charla sobre Jonás
Mientras estaban en Jope, Gonod tuvo una reunión de negocios con Simón, un curtidor rico. Su intérprete era un filisteo llamado Gadías. Este joven era un buscador de la verdad, y sin saberlo había encontrado en Jesús la verdad real entonces presente en la Tierra. Gadías se hizo creyente en Jesús, y años más tarde fue una gran influencia para que su jefe, Simón, se hiciera cristiano.
Una noche, mientras Jesús y Gadías paseaban por la orilla, Gadías señaló el lugar donde, según la leyenda, Jonás había zarpado en su malhadado viaje a Tarsis, y preguntó a Jesús si creía que realmente Jonás había sido tragado entero por la ballena.
Jesús intuyó que esta historia de Jonás y la ballena era importante para Gadías, y que ya le había enseñado que una persona no puede huir de sus problemas. Jesús le dijo a Gadías que, en cierto modo, todos somos Jonás: que cada uno de nosotros tiene el deber de vivir la voluntad de Dios, y al hacerlo nos dejamos influir por la verdad y la justicia. Pero siempre que eludimos ese deber para con la voluntad de Dios y tratamos de huir y escondernos de ella escapando hacia los placeres materiales, entonces somos controlados por fuerzas distintas de la verdad y la justicia.
Jesús estaba diciendo que nuestras acciones, a medida que nos abrimos camino en esta primera vida, dictan el tipo de influencia espiritual que recibiremos. Nuestra decisión de hacer o no hacer la voluntad de Dios es el factor determinante para tener éxito o no en nuestro viaje personal hacia el paraíso y la vida eterna. Si nuestra voluntad es hacer la voluntad de Dios, entonces las fuerzas de la verdad y la rectitud vienen a ayudarnos a saber cuál es la voluntad de Dios, y luego nos ayudan a hacerla. Pero si elegimos eludir nuestro deber y alejarnos de Dios, entonces somos guiados por nuestros demonios personales, ese lado oscuro que todos tenemos en nuestra propia personalidad. En este caso, con el tiempo no perdemos la posibilidad de dar la vuelta y regresar a Dios, sino que perdemos el deseo de hacerlo.
En otras palabras, si huimos de nuestro deber de abrazar la voluntad de Dios, estamos en efecto tirando por la borda toda nuestra capacidad de crear verdad, belleza y bondad en aras de un placer a corto plazo basado en nuestro egoísmo personal. Y cada vez que lo hacemos, reforzamos ese patrón y nos resulta más difícil salir de él al final.
Piensa en estos patrones como en un camino de tierra de surcos cósmicos que avanzan en el tiempo: cuanto más tiempo seguimos en esa dirección, más profundos se hacen nuestros surcos y más difícil nos resulta saltar fuera de ellos y empezar a hacer nuevos surcos cósmicos en otra dirección. La ballena que se tragó a Jonás no era una ballena de verdad, era su propio egoísmo, y como siempre le habría llevado a la oscuridad y a la muerte si al final no hubiera vuelto su corazón a Dios.
Y esa es la enseñanza que hay que conocer: que no importa lo lejos que caigan las personas, no importa lo que hayan hecho o lo abatidas, desanimadas y derrotadas que estén, si vuelven a Dios de todo corazón y se abren a la verdad y a la justicia serán salvadas y entrarán en una nueva vida de mayor servicio y potencial.
Pero cuidado. Esta es una pendiente peligrosa y resbaladiza: Una persona, obviamente, no tiene que esperar a estar en el estómago de la bestia para elegir a Dios, y es mejor que no lo haga, porque una vez que esté allí, puede que no tenga el deseo de volver a Dios.
La charla sobre el bien y el mal
Antes de salir de Jope, Jesús y Gadías hablaron del bien y del mal. La mayoría de la gente de entonces, y muchos todavía hoy, creían que Dios creaba tanto el bien como el mal. Gadías, como mucha gente a lo largo de los siglos, estaba confundido y quería saber por qué. ¿Cómo es posible que un Dios que se supone que sólo es verdadero y bueno nos haga sufrir el mal? ¿Por qué había tanta injusticia en el mundo?
Jesús dijo a Gadías que Dios no había creado el mal. Explicó que Dios no sólo es absolutamente pura verdad, belleza y bondad, sino que la verdad, la belleza y la bondad son, de hecho, las únicas cosas de la creación que son reales.
El mal no es algo real que exista por sí mismo. Es la ausencia de verdad, belleza y bondad.
El mal se produce cuando la red de verdad, belleza y bondad -el tejido de la realidad kósmica- es desgarrada por una entidad que rechaza la verdad, la belleza y la bondad, que es, en efecto, Dios.
En otras palabras, Dios no crea el mal: surge de la imperfección. Es el resultado de nuestra ignorancia, inmadurez y rechazo de la vida y la luz. Nuestro poder de elección crea el potencial para el error, que es el mal, y luego nuestra elección deliberada del mal, después de saber que no está en línea con la voluntad de Dios, convierte ese acto en pecado.
Tanto la realidad de la verdad, la belleza y la bondad, como la irrealidad del mal creado a partir de nuestros actos voluntarios contra Dios, coexistirán hasta la cosecha del final, donde sólo la verdad, la belleza y la bondad seguirán existiendo.
En Cesarea
Cesarea era la capital de Palestina y la residencia del gobernador romano. Cuando Jesús, Gonod y Ganid llegaron al puerto, había que reparar una de las palas de dirección de su barco, así que acabaron quedándose en Cesarea más tiempo del previsto. Durante el día, Jesús ayudaba a reparar la gran pala y por la noche paseaba con Ganid por lo alto de la muralla que rodeaba el puerto. Cesarea estaba construida de tal forma que la ciudad utilizaba las mareas del océano para limpiar las calles y las alcantarillas cuatro veces cada veinticuatro horas. Había un enorme templo dedicado al emperador Augusto y un anfiteatro con capacidad para veinte mil personas. Todo esto era nuevo para Ganid, y disfrutaba con las explicaciones de Jesús sobre cómo funcionaba todo e iba con él a ver las representaciones en el anfiteatro.
Jesús conoció a un comerciante taoísta de Mongolia que se alojaba en la misma posada que ellos. Como taoísta, este hombre creía en un Dios universal, y nunca olvidó la creencia de Jesús de vivir cada día en sumisión a la voluntad de Dios. Cuando este hombre regresó a Mongolia, enseñó esta sabiduría a sus amigos, y como resultado su hijo mayor decidió hacerse sacerdote taoísta, así como su hijo y su nieto después de él. Puede que la misión de Jesús se centrara en Palestina, pero fueron estos encuentros casuales cara a cara con una persona que luego llevaría las ideas de Jesús a sus propios países los que primero difundieron sus enseñanzas por todo el mundo.
Un día, cuando Jesús estaba ayudando a reparar el remo de la barca, un joven que trabajaba con él habló y se mostró en desacuerdo con Jesús cuando le oyó decir que Dios se preocupaba por sus hijos. Este joven se llamaba Anaxand, y le dijo a Jesús que si Dios se preocupaba por él, entonces por qué tenía que sufrir tanto con su capataz de trabajo, que según él era cruel e injusto.
Jesús respondió y volvió a centrarse en el joven. Le dijo a Anaxand que tal vez Dios había puesto allí a los capataces para que aprendieran de él. Jesús le explicó que como Anaxand sabía ser justo y amable, podía enseñarle al capataz a ser igual con sus acciones. Jesús dijo que Anaxand podía actuar como la sal que haría a este hombre más atractivo usando el poder de la bondad que él, Anaxand, tenía en sí mismo para vencer la maldad de su capataz. Jesús continuó diciéndole a Anaxand que la decisión de una persona de ser un conducto para que la luz espiritual brille sobre una persona que está sentada en la oscuridad espiritual es la mayor de las aventuras mortales. Tu responsabilidad, dijo Jesús, es usar tu bendición de mayor verdad para satisfacer la necesidad de tu capataz de no tener suficiente verdad. En otras palabras, dijo Jesús, si salvarías del mar la vida mortal de un hombre que se está ahogando, ¿cuánto más importante sería salvar el alma de un hombre que se está ahogando espiritualmente?
Y de nuevo, las enseñanzas de Jesús continuaron mucho después de esta charla. Tanto Anaxand, un griego, como su capataz, un romano, se convirtieron más tarde en miembros importantes de la iglesia que Felipe fundó allí mismo, en Cesarea. Anaxand se convirtió más tarde en el mayordomo de un centurión romano llamado Cornelio, que a su vez se hizo cristiano gracias a la predicación de Pedro. Anaxand siguió difundiendo el mensaje de Jesús hasta que se vio envuelto en una matanza romana de veinte mil judíos, en la que murió por accidente.
Ganid era un estudiante aplicado, y estudió cómo vivió Jesús su vida. Ganid, al igual que la familia de Jesús, no entendía por qué Jesús pasaba tanto tiempo hablando con desconocidos. Así que una noche le preguntó a Jesús sobre esto.
La explicación de Jesús fue sencilla: le dijo a Ganid que para las personas que conocen a Dios, nadie es un extraño. Jesús explicó que si Dios está en tu mente y Dios está en mi mente, y Dios está en las mentes de todos los demás, entonces eso nos convierte a todos en hermanos y hermanas, y de una forma más real que si todos tuviéramos los mismos padres humanos.
Nuestro trabajo, dijo Jesús, es conocer a nuestra familia humana y aprender a amarla. Y hacerlo, dijo Jesús a Ganid, es una de las experiencias más elevadas de vivir en la Tierra.
A medida que avanzaba la noche, Ganid cambió el tema por la idea de la fuerza de voluntad. De nuevo, estaba confuso. Ganid dijo que existe la voluntad de Dios, pero que las personas también tienen libre albedrío. Quería saber cuál era la diferencia entre nuestra voluntad y la voluntad de Dios.
Jesús explicó a Ganid que la voluntad de Dios es la gran fuerza global que controla la creación y que experimentamos como verdad, belleza y bondad últimas: es el poder que influye continuamente en todo lo que tiene potencial eterno para llegar a ser perfecto. La voluntad de Dios es la base de todo ser, el reino donde todo es uno y del que todo surge. Es la esencia de la no dualidad.
Pero la voluntad de una persona está confinada a esa persona, y está condicionada por los caminos del reino material; el libre albedrío humano demuestra la suma y la sustancia de lo que una persona elige ser. En otras palabras, si una persona elige deliberadamente hacer la voluntad de Dios independientemente de otras opciones, esa persona experimentará el crecimiento de parecerse cada vez más a Dios.
Las respuestas de Jesús sólo dieron más preguntas a Ganid. Ese mismo día, Jesús y Ganid habían estado jugando con un perro pastor muy inteligente. La gente de entonces, y aún hoy, tenía diversas creencias acerca de que los animales tenían poderes espirituales. Así que Ganid se preguntaba que si los hombres podían usar su voluntad para elegir parecerse cada vez más a Dios, ¿qué pasaba con los animales? ¿Tenía ese perro pastor la fuerza de voluntad para elegir la voluntad de Dios, y podía tener alma?
Jesús le dijo a Ganid que no, que los animales no tienen alma ni poder espiritual. Explicó que los humanos somos seres morales, es decir, que podemos elegir la voluntad de Dios o no. Esto se debe a que tenemos el poder mental de reflexionar sobre lo que sucede a nuestro alrededor, y luego filtrar ese desorden para determinar la mejor opción basada en nuestros valores espirituales y eternos más elevados. En otras palabras, tenemos la capacidad de pensar, de determinar lo que es de valor espiritual, y luego hacer una elección basada en ese razonamiento.
Pero a los animales sólo se les puede enseñar a seguir órdenes. No tienen el poder mental para hacer esta distinción espiritual, ni para convertirse en un alma eterna. Los humanos somos conscientes de que somos conscientes, es decir, somos superconscientes. Pero los animales no lo son; son conscientes de que están vivos, pero no son conscientes de esa conciencia. Los animales pueden conocer al hombre, pero no pueden conocer a Dios. Y otras creencias como la capacidad de los humanos de encarnarse en animales o de poner sus almas en ellos, también son falsas.
Cuando el padre de Ganid, Gonod, entró en la discusión al día siguiente, Jesús fue más directo con su explicación sobre la voluntad humana y la supervivencia eterna.
Jesús les dijo que las personas que sólo usan su voluntad para satisfacer su existencia material eventualmente morirán. Esto se debe a que cuanto menos su mente está en Dios, menos pueden mirar a Dios. Lo que no usamos, lo perdemos. Con el tiempo, estas personas dejaran de tener valor espiritual, y por lo tanto dejaran de existir. Y esto no sucede porque estén siendo castigados, sino porque no utilizaron lo que se les dio originalmente y finalmente se desvaneció.
Pero en el otro lado, prosiguió Jesús, las personas que basan sus decisiones vitales en valores morales y espirituales crecerán en su capacidad de identificarse con Dios. Mientras que con los otros cada decisión les aleja de Dios, aquí cada decisión nos acerca a Dios. Cada decisión moral que tomamos aumenta nuestro poder para tomar decisiones morales aún mayores. Finalmente, debido a las continuas decisiones de la persona para conocer a Dios, sus elecciones la transformarán en un alma eterna.
Para resumir la conversación, Jesús dijo que el libre albedrío humano es ese poder que tenemos dentro de nosotros mismos para expresar nuestro deseo creativo de asemejarnos a Dios haciendo surgir la verdad, la belleza y la bondad a través de las decisiones que tomamos cada día.
En Alejandría
Desde Cesarea, nuestros viajeros navegaron hasta Alejandría (Egipto), donde se encuentra el gran faro de Faros, una de las siete maravillas del mundo antiguo. Fue el primer faro que se construyó. Se encontraba en una isla a la entrada del puerto y estaba conectado a la costa por un túnel subterráneo.
Al igual que Palestina era la encrucijada de las rutas terrestres que conectaban el mundo conocido, Alejandría era el centro marítimo del comercio a través de Asia, África y Europa. Cuando los tres se acercaron a esta gran ciudad y vieron su magnífico faro de luz salvadora, Jesús le dijo a Ganid que cuando regresara a la India él, Ganid, iba a ser como este faro. Iba a ser una luz de vida que guiaría a todos los que desearan seguirle desde las tinieblas de la muerte hasta el puerto de la vida eterna y la salvación. Al oír esto, Ganid apretó la mano de Jesús y prometió que así lo haría.
Alejandría era una ciudad enorme; junto con Roma, era la más grande de su mundo. También era la sede de la mayor sinagoga judía y de los setenta ancianos gobernantes del Sanedrín alejandrino. Después de que los viajeros se instalaran y vieran algunos de los lugares, Gonod fue a ocuparse de los negocios mientras Jesús y Ganid se dirigían a la biblioteca.
La biblioteca de Alejandría era conocida como la más magnífica del mundo. Contenía casi un millón de escritos de Roma, Grecia, Palestina, Partia, la India e incluso de lugares tan lejanos como China y Japón. Nuestro profesor y nuestro alumno pasaban parte del día explorando la biblioteca y hablando de las distintas religiones del mundo. Jesús utilizaba su forma positiva de enseñar, y enseñaba a Ganid la verdad que cada una de las distintas creencias contenía sobre Dios, en lugar de lo que cada una tenía de erróneo sobre Dios. Y al final, Jesús siempre añadía que la idea judía de Yahvé como el Señor Dios de Israel, que provenía de las enseñanzas reales de Melquisedec y del pacto de Abraham mucho antes, estaba más cerca de la verdad del Padre Universal que cualquiera de las otras religiones de aquel tiempo.
Jesús ayudó a Ganid a tomar notas y hacer una recopilación de las enseñanzas de las distintas religiones del mundo. Limitaron la lista a las que reconocían la idea de un Dios Universal por encima de todas las demás. Por eso dejaron fuera a los romanos, porque su idea de la religión consistía en adorar al emperador. Y dejaron fuera a los griegos porque decidieron que los griegos tenían mucha filosofía, pero no un Dios, al menos no un Dios personal. Y en cuanto a los diferentes cultos de misterio, Jesús y Ganid decidieron que no eran más que un montón de ideas confusas de religiones antiguas. No fue hasta el final de su estancia en Roma cuando Ganid se puso por fin a organizar estas notas y, cuando lo hizo, se sorprendió de lo mucho que coincidían en la existencia y el carácter de un Dios eterno.
El museo de Alejandría era más bien una universidad. Era el centro de aprendizaje más importante de aquella parte del mundo y estaba repleto de arte, ciencia y literatura. Los mejores profesores de la época impartían allí conferencias diarias sobre los temas más diversos.
Después de un par de semanas traduciendo estas charlas para Ganid, el joven le dijo a Jesús que él, Jesús, sabía más que estos profesores. Ganid continuó diciendo que iba a arreglar con su padre, Gonod, para que Jesús pudiera dar conferencias aquí y enseñar a los profesores lo que él les había enseñado a él y a su padre. A Jesús le hizo gracia, pero dijo que no, que a aquellos tipos no les gustaría que les enseñara nada. Jesús explicó que cuando las personas se enorgullecen demasiado de lo que saben sobre cosas materiales que no tienen nada que ver con Dios, eso puede hacer que dejen de aprender más, o al menos que dejen de pensar que pueden aprender más.
Un verdadero maestro, le dijo Jesús a Ganid, era una persona que siempre estaba abierta a aprender, por mucho que ya supiera.
La charla sobre la realidad
Antes de abandonar Alejandría, Jesús y Ganid mantuvieron una larga conversación con uno de los profesores del gobierno en la biblioteca. Este hombre disertó sobre las enseñanzas de Platón, y Ganid tenía muchas preguntas sobre la filosofía del griego. Éste dijo que algunas partes de las ideas de Platón iban por buen camino, pero que la mayoría no. Así que aprovechó la ocasión para explicar a Ganid la naturaleza de la realidad en el universo.
Jesús enseñó que la fuente de toda realidad verdadera es el Infinito, que es la base de todo ser. Las cosas materiales son sólo aproximaciones espacio-temporales del patrón del paraíso en la mente universal de Dios. La realidad del Ser Supremo proyectada a través del universo combina las realidades de los reinos físico, mental y espiritual -que son causalidad, autoconciencia y mismidad progresiva-, todas en orden perfecto y divino. Pero mientras nuestro universo está en constante cambio, la fuente original de la causalidad, que es la autoconciencia, y la subsiguiente experiencia espiritual, son siempre inmutables.
Cuando conocemos al Padre Universal manteniendo siempre la voluntad de Dios en primer lugar en nuestras mentes y corazones, y conformamos nuestra voluntad finita a la voluntad divina de Dios en armoniosa perfección, alcanzamos nuestro estado más elevado de divinidad en el tiempo y en la eternidad. Para lograr esta unidad con Dios debemos integrar la causalidad que forma el mundo físico, con la autoconciencia que surge de nuestra mente, con el don divino de la personalidad que recibimos de Dios.
La personalidad es lo que nos hace únicos como almas individuales. La personalidad es la esencia, el sabor, de nuestro yo progresivo que nos permite coexistir con otras entidades en un universo que es a la vez siempre cambiante y siempre inmutable. Nuestra personalidad es nuestra identidad.
La vida es adaptable y siempre progresiva hacia la conciencia de Dios. Ni un enfoque singular en la ciencia, ni un enfoque singular en el espíritu pueden ayudar a una persona a reconocer la profundidad de la verdadera realidad del universo.
Para adaptarnos a esta realidad universal, tenemos que seguir luchando por valores más elevados, porque así es como alcanzamos la unión con Dios. Cuando una persona no hace el esfuerzo de alcanzar continuamente a Dios, causa una perturbación kósmica. Esa persona se aleja de Dios, y con el tiempo se aísla mentalmente y se segrega de la familia de Dios. Estas personas eventualmente perderan su guia espiritual - no como algun tipo de castigo, sino porque en el proceso de alejarse continuamente de Dios pierden cualquier deseo que tenian de conocer a Dios. El resultado final es la aniquilación de su existencia.
En otras palabras, su personalidad dejará de existir porque en lugar de que sus decisiones diarias aumenten su potencial para servir a Dios, esas decisiones en cambio, día a día, destruirán su razón de ser hasta que finalmente no quede ninguna. Esto no es un castigo de Dios, es el resultado de sus propias decisiones de libre albedrío.
A continuación, Jesús explicó a Ganid la diferencia entre la verdad y el conocimiento. Jesús explicó que el conocimiento proviene de la mente, que no es espiritual. El conocimiento es saber hechos que puedes mostrar a los demás. La verdad, sin embargo, se experimenta. No se puede conocer con sólo leer sobre ella o con que alguien nos diga lo que es verdad. La verdad no es una cosa; es más bien la experiencia de un alma en desarrollo en una mente que es consciente de conocer a Dios. Y cuando tomamos el conocimiento que aprendemos y lo combinamos con nuestra experiencia de vivir la voluntad de Dios, se convierte en sabiduría.
Jesús y Ganid hablaron entonces del mal. Jesús le dijo a Ganid que el mal era imperfección, y que ocurre cuando una persona malinterpreta las realidades del universo. En otras palabras, el mal es simplemente un error. Si nuestro objetivo es que el universo llegue a ser uno con Dios en perfección, y si aún no hemos llegado a ese punto, entonces todo lo que no sea perfecto con Dios es error, o mal, y tiene el potencial de convertirse en pecado.
En el ámbito material, esta imperfección y mala interpretación de la realidad del universo se ve a través de la ciencia y la observación, y en el plano moral se conoce a través de nuestra experiencia humana. La posibilidad de error es una parte inherente del aprendizaje en nuestro viaje de lo temporal a lo eterno. Aún no somos perfectos, sino que estamos en nuestro camino personal hacia la perfección.
El mal no es algo que Dios haya creado; es más bien cualquier cosa que Dios no haya creado. El potencial del mal existe porque somos seres incompletos y tenemos que adquirir sabiduría a través de la experiencia, es decir, cometiendo errores. Pero el mal real se convierte en pecado cuando no aprendemos, o tomamos deliberadamente decisiones contrarias a la voluntad de Dios. Y como estamos en un universo que progresa continuamente, eso significa que nuestras ideas también deben progresar continuamente.
Cualquier idea que permanezca estática -ya sea en la ciencia, la política, la religión o la sociedad- acaba siendo falsa y potencialmente mala. Se supone que debemos ir quitando continuamente las capas de nuestra comprensión parcial de Dios, y esto significa que nuestras ideas más elevadas de lo correcto también deben refinarse a medida que seamos capaces de hacerlo.
A la mañana siguiente, Jesús, Gonod y Ganid zarparon hacia Lasea, en la isla de Creta.
En la isla de Creta
Nuestros tres amigos pararon en Creta para tomarse un descanso. Necesitaban unas vacaciones y tiempo para jugar y pasear por el campo. Mientras estuvieron allí, hablaron con mucha gente y plantaron en sus mentes las semillas de la Paternidad de Dios. Estas conversaciones que mantuvieron con los cretenses hicieron de la isla un terreno fértil para los primeros predicadores que, tras la muerte de Jesús, vinieron de Jerusalén para difundir el evangelio de la nueva religión cristiana de Pablo. Fue durante este tiempo en Creta cuando Gonod pidió por primera vez a Jesús que regresara a la India con él y Ganid después de que terminaran su viaje a Roma.
Ganid volvió a preguntar a Jesús por qué no estaba en público enseñando a la gente. En lugar de darle a Ganid su respuesta habitual, que aún no era el momento, Jesús le explicó por qué cada cosa tiene que suceder a su propio ritmo. Por ejemplo, dijo Jesús, una persona puede estar ansiosa por crecer, pero ninguna impaciencia acelerará el proceso. Hay cosas que necesitan más tiempo para existir. Como el fruto de un árbol, que sólo puede madurar si se le da el tiempo necesario. Si no, sigue dura, verde, inmadura e incomestible. En cuanto a mí ahora mismo, estar aquí contigo y con tu Padre y hacer este fantástico viaje a Roma es suficiente... este es mi tiempo para madurar y hacerme apetecible para las mentes de la gente.
Pero a pesar de todo, lo que ocurra mañana está en manos de mi Padre, no en las mías. Para explicar mejor por qué tantas cosas tenían que esperar su momento, Jesús contó a Ganid la historia de Moisés y cómo durante cuarenta años Moisés tuvo que esperar, vigilar y prepararse para el momento en que su pueblo madurara y llegara a confiar en Dios más que en el hombre.
Un día, cuando los tres estaban de paseo, se encontraron con un borracho que golpeaba a una esclava. Al verlo, Jesús corrió al lugar y apartó a la muchacha del hombre. Luego sujetó al borracho con un fuerte brazo derecho hasta que el tipo se agotó. Ganid quiso correr a ayudar a Jesús, pero su padre se lo impidió. Más tarde, Ganid quiso saber por qué Jesús no había golpeado al hombre al menos tantas veces como a la chica. Jesús trató de explicarle su razonamiento, pero el muchacho nunca llegó a entenderlo. Aun así, este episodio hizo que Ganid empezara a pensar en cómo podría cambiar el sistema de castas en su propio país cuando volviera a la India.
El joven que tenía miedo
Un día, Jesús, Gonod y Ganid estaban de excursión por las montañas cuando se encontraron con un joven llamado Fortuna. Este chico había pasado por momentos difíciles en su vida, siendo lo más duro el hecho de que su padre había muerto cuando él tenía doce años. Como resultado, este muchacho tenía miedo y estaba deprimido, y se alejaba de la gente durante la mayor parte de su vida, prefiriendo en su lugar pasar el tiempo solo allí arriba en la montaña. Cuando los tres se encontraron con Fortuna, Jesús le preguntó por qué parecía tan deprimido en un día tan hermoso, y Jesús se ofreció a ayudarle si podía.
Pero Fortuna le ignoró, así que Jesús lo intentó por segunda vez. Jesús dijo que sabía que Fortuna estaba allí en la montaña porque quería estar solo, y que eso estaba bien. Pero entonces Jesús le preguntó a Fortuna si sería tan amable de ayudarles a los tres a encontrar el camino a través de las montañas hasta Fénix para que no se perdieran. Esta petición llamó la atención de Fortuna, porque conocía de memoria todos los senderos que cruzaban la montaña. Cuando terminó, Fortuna había dibujado en la tierra todos los caminos que llevaban a Fénix, y les había dicho a Jesús y a los demás todo lo que necesitaban saber para hacer el viaje a través de las montañas.
Después de despedirse de Fortuna y de que Jesús, Gonod y Ganid se dieran la vuelta para marcharse, Jesús se detuvo y volvió a mirar al joven. Esta vez, Jesús dijo que sabía que Fortuna quería quedarse sola en la montaña con su dolor, y como había dicho antes, eso estaba bien. Pero Jesús también dijo que no estaría bien que los tres hubieran aceptado la ayuda y guía de Fortuna, sin que ellos al menos le devolvieran el favor y respondieran a la pregunta de Fortuna sobre cómo encontrar el destino en su corazón. Jesús le dijo a Fortuna que él conocía el camino a las esperanzas en su corazón tan bien como Fortuna conocía los caminos a Phenix, y ya que Fortuna le había pedido a Jesús que le mostrara el camino, él no lo decepcionaría.
Esto puso a Fortuna en un aprieto, porque pensaba que no le había pedido nada a Jesús, y consiguió balbucear eso como respuesta. Pero Jesús dijo que Fortuna no le había pedido ayuda con palabras, sino con la mirada. Entonces Jesús le pidió a Fortuna que se sentara con él mientras le explicaba cómo servir con alegría a Dios en el cielo. Después de escuchar lo que Jesús tenía que decir, el joven cayó de rodillas a los pies de Jesús y suplicó una salida a su tristeza y derrota. En ese momento, Jesús le dijo a Fortuna que se levantara de sus rodillas y se pusiera de pie como un hombre. Jesús le dijo a Fortuna que todo lo que temía era insignificante en comparación con las cosas grandes y reales que estaban de su lado aquí mismo y en el universo.
Jesús siguió sermoneando a Fortuna, y le dijo lo que necesitaba oír y aceptar si quería encontrar el camino para salir de la depresión. Jesús le dijo que estaba intentando huir de sus problemas, pero que nadie puede hacer eso. Nuestros problemas en la vida son reales, y tenemos que afrontarlos cuando y donde los encontremos. Jesús le dijo a Fortuna que el sol sale sobre él todas las mañanas, igual que sale sobre las personas que son ricas o que están en el poder. Dijo que Fortuna tenía mejor mente y cuerpo que la mayoría de los hombres, y que podría hacer muchas cosas grandes con ellos si no estuvieran sentados inútilmente en aquella montaña mientras él se revolcaba en la autocompasión. Fortuna también podría entrenar su mente para resolver sus problemas y tener valor ante la adversidad en lugar de someterse al miedo, la derrota y la depresión. Pero para que esto ocurriera, dijo Jesús, Fortuna tenía que tomar la decisión de dejar a un lado sus miedos humanos y abrirse al espíritu divino que vivía en su interior. Si lo hacía, liberaría la naturaleza espiritual de Fortuna para que surgiera como fe viva en el amor a sus semejantes, le liberaría del error -o del mal- que conlleva la inacción, y llenaría el corazón de Fortuna con la conciencia de que es hijo de Dios.
Terminando su sermón personal, Jesús dijo a Fortuna que ahora renacía del espíritu al servicio del hombre por amor a Dios. Que al desechar su miedo y cobardía por el servicio a Dios, se pondría en línea con el universo y de hecho nacería de nuevo, pero esta vez nacido del espíritu de Dios. Y para siempre, independientemente de los problemas, decepciones, dificultades u obstáculos que pudieran suceder en el futuro, Fortuna los superaría todos en su servicio al hombre en la Tierra, y en su servicio eterno a Dios en la eternidad. Y esto hizo Fortuna al convertirse en uno de los primeros líderes cristianos en Creta.
Nuestros tres viajeros, ya recuperados de su tiempo de ocio en Creta, se embarcaron rumbo a Cartago, en el norte de África. De camino, se detuvieron dos días en Cirene. Mientras exploraban, Jesús y Ganid se encontraron con un accidente en el que una carreta de bueyes cargada se había averiado y había herido a un muchacho llamado Rufo. Le prestaron los primeros auxilios y lo llevaron a casa de sus padres. Sin que nadie lo supiera, el padre, Simón, sería más tarde el hombre al que el soldado romano ordenaría llevar la cruz de Jesús hasta su crucifixión.
En Cartago: La charla sobre el tiempo y el espacio
En el viaje a Cartago, Jesús habló con los demás en el barco de casi todo menos de religión. Les contó todas las historias de su infancia en Galilea, y fue entonces cuando Gonod y Ganid se enteraron de que Jesús se había criado allí, y no en Jerusalén o Damasco. Para Ganid era obvio que la gente se sentía atraída por Jesús, así que en esta parte del viaje le preguntó a Jesús cómo podía una persona hacer amigos. Jesús le dijo a Ganid que para hacer amigos había que interesarse por los demás, aprender a amarlos y, cuando fuera posible, hacer algo por ellos, siempre que fuera algo que ellos quisieran. A continuación, Jesús le contó a Ganid el proverbio judío según el cual si alguien quiere tener amigos, él mismo tiene que ser amistoso.
Cuando desembarcaron en Cartago, Jesús se encontró con un sacerdote mitraico de Persia que había sido educado en Alejandría. Este hombre se interesó por las enseñanzas de Jesús sobre el tiempo, la eternidad y la inmortalidad. En respuesta a sus preguntas, Jesús le explicó lo siguiente: En el Paraíso, que es el centro fijo de todo y donde viven Dios y las Deidades del paraíso, no hay tiempo ni espacio. Pero todo fuera del paraíso se percibe como tiempo y espacio, o lo que parece ser una línea recta de acontecimientos que se mueven uno tras otro a través del espacio. Vemos este movimiento del tiempo a través del espacio cuando lo contrastamos con algo fuera del tiempo y del espacio. Lo único en el universo que puede trascender esa secuencia de acontecimientos espacio-temporales no espirituales es la personalidad humana. Eso es porque estamos emparejados con el espíritu de Dios, que está fuera de los efectos del tiempo y el espacio. En otras palabras, Dios puede trascender el tiempo y el espacio, y como nuestra personalidad está ligada a nuestro Ajuste del Pensamiento, que es Dios, nosotros también podemos.
Nuestra conciencia, cuando está emparejada con Dios, no necesita un cerebro físico para existir.
Además, a medida que crecemos en nuestra comprensión espiritual del tiempo y el espacio, lo que al principio nos parecía una sucesión de acontecimientos que se sucedían en línea recta, más tarde lo entendemos como un ciclo completo y perfectamente relacionado. El espacio se mide por el tiempo, y a nosotros nos parece que el espacio tiene un principio y un final. Pero a medida que crecemos, nuestra comprensión tanto del tiempo como del espacio evoluciona hacia la experiencia atemporal y sin espacio de la realidad última.
Camino de Nápoles y Roma
Jesús siguió guiando a la gente hacia Dios a medida que se encontraba con ellos por el camino. En la isla de Malta, Jesús inspiró a otro hombre, Claudio, para que más tarde predicara el evangelio de Jesús. Claudio nunca supo que el Jesús en el que creyó más tarde y el hombre de Malta que le inspiró eran la misma persona. Cuando Claudio conoció a Jesús, estaba pensando en suicidarse. Pero después de hablar con Jesús, juró que había dejado de ser un cobarde. Claudio dijo que volvería a casa, empezaría de nuevo y esta vez se enfrentaría a la vida como un hombre de verdad. Y así lo hizo, promoviendo el cristianismo con Pedro en Roma y Nápoles, y más tarde predicando él solo en España.
En Siracusa, Jesús conoció a Esdras. Esdras era un judío reincidente. En otras palabras, era un judío que se había alejado de la fe judía. Esdras tenía la taberna donde se hospedaban Jesús, Gonod y Ganid. Al hablar con Jesús, Esdras dijo que quería ser un buen judío, pero que no había podido encontrar a Dios.
Jesús dijo que si Esdras realmente quería encontrar a Dios, eso en sí mismo demostraba que ya lo había encontrado. O mejor dicho, que Dios había encontrado a Esdras.
Su problema, le dijo Jesús a Esdras, no era que no pudiera encontrar a Dios, sino que Esdras no conocía a Dios. Pero si quería aprender, podía hacerlo escuchando la voz de su corazón. Esdras hizo caso de las palabras de Jesús y más tarde construyó la primera iglesia cristiana en Siracusa.
En Mesina, Jesús compró fruta a un muchacho vendedor. Este muchacho nunca olvidó la mirada amable de Jesús ni sus palabras de que tuviera valor cuando se hiciera hombre, ni su consejo de que alimentara su alma igual que alimentaba su cuerpo. Y si lo hacía, dijo Jesús, su Padre celestial guiaría el camino del muchacho. Este chico se tomó a pecho las enseñanzas de Jesús, y más tarde se unió a la fe cristiana.
Cuando llegaron a Nápoles, Jesús, Gonod y Ganid encontraron una ciudad llena de pobreza. Mientras exploraban Nápoles, dieron dinero a muchos mendigos de la calle. En un momento dado, Ganid se confundió cuando Jesús le dio una moneda a un mendigo, pero no se detuvo a hablar con él como había hecho con los otros mendigos.
Jesús intentó explicarle a Ganid que no tenía sentido desperdiciar palabras con alguien que no podía entenderlas. En otras palabras, Jesús había intuido que este hombre no tenía una mente capaz de tener un ajustador del pensamiento, y por eso, el hombre no podía responder a la guía espiritual. No era alguien capaz de ser hijo de Dios.
Después de que Jesús, Gonod y Ganid partieran de Nápoles hacia Roma, se detuvieron en Capua durante varios días. Desde allí continuaron por la Vía Apia con sus animales de carga hasta Roma. Los tres estaban entusiasmados por ver por fin la ciudad más grande de todo su mundo.
Bob